GRADO OCTAVO
INFORME DE LECTURA No. 1 (Segundo Período)
INFORME DE LECTURA No. 1 (Segundo Período)
"DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS"}
CAPÍTULO CUATRO
1. Exprese en doce renglones lo más importante que sucede en el capítulo
2. Identifique y escriba los principales problemas que se presentan en este capítulo
3. Proponga tres posibles soluciones a cada problema identificado.
NOTA: - Las alternativas de solución que usted plantee, deben ser diferentes a las que plantea el autor en el libro.
- A manera de aporte, les dejo los resúmenes del los últimos capítulos del libro.
CUATRO
El
padre Cayetano y el obispo admiraron juntos el eclipse, pero Delaura se lastimó
un ojo por mirarlo directamente. Cayetano le dijo al obispo que no creía que
Sierva María estuviera poseída y atribuía las acusaciones en las actas de las
monjas a su falta de entendimiento y cerrazón. El obispo pidió que continuara a
pesar de las dudas sobre su posesión demoníaca.
Al
día siguiente Sierva María le dijo a Cayetano que sabía que moriría pronto
porque Martina Laborde se lo había asegurado. Delaura la reconfortó
de su llanto con paliativos confesionarios, y fue entonces cuando Sierva
María comprendió que Delaura era su exorcista y no su médico. Cayetano le
confesó que le ayudaba porque la quería mucho.
De
salida, el padre le llamó la atención a Martina por asustar a Sierva María, pero
ella nunca dijo que moriría y comprendieron que Sierva María mentía al respecto,
como siempre lo había hecho. No obstante Delaura comprendió que estaba asustada
y había creado un ambiente mortuorio a su alrededor.
El
obispo le entregó a Cayetano una carta de parte de la abadesa en donde se
quejaba de la tutela de Sierva María y de la prepotencia con la que se
comportaba Cayetano. Delaura se molestó y afirmó que si alguien estaba poseído
era la abadesa. El obispo lo reprendió por cualquier exceso que hubiese cometido
a la vez que manifestaba su comprensión, pero se dejó ir por la nostalgia que
siempre lo acechaba desde que inició su vejez y olvidó el tema.
A
finales de mes arribó a Cartagena de las Indias el nuevo virrey, don Rodrigo de
Buen Lozano, y su séquito. La virreina tenía algún parentesco con la abadesa y
había solicitado alojarse en el convento. Era casi adolescente, activa y un poco
díscola en el convento. No hubo rincón que no registrara ni nada bueno que no
quisiera mejorar. La abadesa trató de impedir que se acercara a la celda de
Sierva María, pero ello sólo aumentó más su curiosidad. Tan pronto la vio,
Martina Laborde se arrojó a sus pies para que le concediera el perdón. La
virreina se sintió hechizada cuando vio a Sierva María cosiendo en un rincón y
se hizo el propósito de redimirla.
Durante una cena con el gobernador y el virrey, la
virreina presentó a Sierva María, quien parecía una reina con el vestido de
Bernarda. El virrey no podía creer que estuviera poseída y la encomendó a sus
doctores, quienes coincidieron con Abrenuncio en que no tenía ningún síntoma de
rabia y era muy probable que ya no la contrajera, sin embargo, nadie se sintió
autorizado para dudar de su posesión demoníaca.
El
virrey visitó al obispo para comentarle sus planes para gobernar y
especialmente, hablar sobre Sierva María. El obispo aclaró que la niña se
encontraba en buenas manos. El virrey negó el indulto de Martina porque le
parecía un mal precedente ante los demás reos.
Al
día siguiente, el obispo decidió que Sierva María permanecería en el convento
pero en mejores condiciones y no bajo el régimen carcelario. Asimismo le delegó
a Delaura libertad de proceder y le pidió que visitara al marqués.
Cayetano se apresuró felizmente al Convento y un pintor
hacía el retrato de Sierva María vestida como reina, con el cabello hasta los
pies, emanando una luz extraordinaria, parada en una nube y en medio de una
corte de demonios sumisos. Delaura cayó en éxtasis con aquella visión de una
niña que se había convertido en mujer.
Sierva María le narró un sueño que tuvo, el cual era el
mismo sueño que Cayetano había tenido antes de conocerla. Antes de terminar el
relato, Sierva María confesó estar asustada pero Delaura le prometió que pronto
sería libre y feliz por la gracia del Espíritu Santo.
Por
otro lado, Bernarda no estaba enterada de la ausencia de su hija hasta que un
día confundió a Dulce Olivia con Sierva María en una de sus alucinaciones. El
marqués le comentó la situación y Bernarda, a pesar de haberla odiado siempre,
se consoló al saber que su hija seguía viva. Al día siguiente, Bernarda se
marchó de la casa con sus cosas y su dinero; el marqués comprendió entonces que
era para siempre.
Delaura visitó al marqués, quien yacía solo en la
hamaca, para informarle que él estaba encargado de la salud de su hija. El
marqués le enseñó la recámara de Sierva María, la maletita que le había
preparado el día que la dejó en el convento y le pidió que se la llevara a su
hija. Asimismo, le pidió que visitara a Abrenuncio para hablar sobre la salud de
Sierva María.
Pese a que Delaura sabía que Abrenuncio era buscado por
el Santo Oficio fue a visitarlo. Abrenuncio lo atendió con mucho gusto y le
enseñó su extensa biblioteca. Cayetano estaba asombrado por los numerosos libros
y especialmente porque encontró Los cuatro libros de Amadís de Gaula, el libro
prohibido que le confiscó el rector del seminario a los 12 años de edad. Ambos
hablaron sobre Sierva María. Abrenuncio afirmó que ella no estaba poseída por el
diablo y le hizo ver a Delaura que él estaba allí porque deseaba hablar sobre
ella. Cayetano se sintió en evidencia y se apresuró para marcharse. El doctor le
regaló una medicina para curar su ojo lastimado por el eclipse.
De
allí, Delaura fue al convento para ver a Sierva María, le entregó la maletita
que enviaba su padre y ella la recibió con gran desprecio, pues lo odiaba y
prefería estar primero muerta antes de volverlo a ver. Entonces Sierva María se
transformó en energúmeno, comenzó a escupirlo y escupió una baba verde. Delaura
toleraba sus escupitajos, ponía la otra mejilla y rezaba con devoción, pero sólo
Martina consiguió someter a la niña con sus maneras celestiales. Cayetano huyó y
se encerró en la biblioteca a rezar, sacó las pertenencias de Sierva María de la
maletita, las olió con deseo, las amó y habló con ellas obscenamente hasta que
no pudo más. Entonces se desnudó el torso y comenzó a flagelarse con un odio
insaciable. El obispo, que había quedado pendiente de él, lo encontró
revolcándose en un lodazal de sangre y de lágrimas. Delaura sólo dijo que era el
demonio mismo, el más terrible de todos.
CINCO
Cayetano confesó su deseo y todo cuanto había ocurrido.
El obispo lo despojó de sus encomiendas y privilegios y lo mandó a servir de
enfermero de leprosos en el hospital del Amor de Dios. Altos dignatarios de la
diócesis intercedieron por Cayetano, pero el obispo no cedió manteniendo ocultas
las razones de su decisión.
Martina se había hecho cargo de Sierva María con gran
devoción y le pidió que le permitiera hablar con sus demonios para salir del
convento a cambio de su alma. Sierva María enumeró a seis demonios y Martina
identificó a uno de ellos como un demonio africano que alguna vez había
hostigado la casa de sus padres.
Por
su parte, Cayetano se había sometido con humildad a las condiciones infames del
hospital.
El
primer martes de penitencia, Abrenuncio se encontró con Cayetano y trató de
convencerlo para que fuera a visitarlo a su casa para conversar.
Asimismo, le regaló un libro de las Cartas Filosóficas en latín. Cayetano,
asombrado por la bondad del doctor, prometió visitarlo a escondidas algún
día.
Una
noche, por una extraña inspiración, Delaura escapó del hospital para visitar a
Sierva María. Le costó trabajo entrar pero un leproso del hospital le había
indicado el camino correcto a través de un túnel que no estaba
sellado.
Al
principio, Sierva María se resistió, pero finalmente conversaron felices por dos
horas. Delaura volvió a visitarla las siguientes noches y entre versos y poemas
se fueron enamorando y besando, pero manteniéndose siempre vírgenes porque él
deseaba mantener su castidad hasta el día en que fueran libres para casarse.
Cayetano afirmaba ser capaz de cualquier cosa por ella y Sierva María lo probaba
constantemente con crueldad infantil.
Sierva María mantenía su cuarto arreglado como una mujer
que espera a su esposo y Cayetano se quedaba con ella hasta el amanecer. Una
mañana temprano, mientras la pareja dormía, la guardiana entró con el desayuno
de Sierva María, pero salió sin haber visto a Delaura, quien se había vuelto
igual de invisible como su amada.
Sierva María le regaló el precioso collar de Oddúa y
Cayetano le enseñó a leer, escribir y el culto de la devoción del Espíritu
Santo, a la espera del día en que fueran libres y casados.
Sierva María le pidió a Cayetano que escaparan juntos,
pero él se negó para esperar debidamente el día de su debido exorcismo y
liberación.
Al
amanecer del 27 de abril comenzaron los exorcismos de Sierva María sin previo
aviso. La llevaron a rastras al abrevadero, la lavaron a baldazos, la despojaron
a tirones de sus collares, le pusieron el camisón brutal de los herejes y le
cortaron la cabellera hasta la altura de la nuca. Por último le pusieron una
camisa de fuerza y la taparon con un trapo fúnebre para llevarla a la capilla.
El obispo había convocado a prebendados esclarecidos del Cabildo Eclesiástico
para que lo asistieran en el proceso. Sierva María, fuera de sí por el terror
gritó ante las palabras y oraciones del obispo. El obispo sufrió un ataque de
asma, como era común en su salud, y la ceremonia terminó con un estrépito
colosal.
Cayetano encontró aquella noche a Sierva María tiritando
de fiebre dentro de una camisa de fuerza y lo que más lo indignó fue que le
dejaron el cráneo pelado. Sierva María le contó la terrible experiencia en la
capilla y deseaba morirse. Delaura intentó consolarla y le colocó
el collar que le había regalado a falta de los demás.
Al
día siguiente, un sacerdote viejo de talla imponente conocido como el padre
Tomás de Aquino de Narváez, antiguo fiscal del Santo Oficio en Sevilla y párroco
del barrio de los esclavos, escogido por el obispo para sustituirlo en los
exorcismos, le regresó a Sierva María sus collares y le habló en lengua yoruba.
Ella sintió confianza hacia él y nadie parecía mejor hecho para entenderse con
Sierva María y enfrentarse con más razón a sus demonios.
Sierva María lo reconoció al instante como un arcángel
de salvación y no se equivocó. Tras explicarle sobre los demonios y corregir a
la abadesa sobre las actas, el padre prometió que pondría la mayor diligencia
para que fuera asunto de días, y ojalá de horas.
Al
día siguiente, en la iglesia del padre Aquino, no se podía oficiar la misa
porque el padre había desaparecido. A las ocho, la niña del servicio fue a sacar
el agua del aljibe y allí estaba el padre Aquino, flotando bocarriba con las
calzas que se dejaba puestas para dormir. Fue una muerte triste y sentida y un
misterio que nunca se esclareció, y que la abadesa proclamó como la prueba
terminante de la maldición del demonio contra su convento.
La
noticia llegó hasta la celda de Sierva María que se quedó esperando al padre con
una ilusión inocente. No supo explicarle a Cayetano quién era, pero le
transmitió su gratitud y la confianza que sentía por él. Hasta entonces les
había parecido que el amor les bastaba para ser felices pero fue Sierva María
quien se dio cuenta de que la libertad sólo dependía de ellos. Una madrugada,
después de largas horas de besos, le suplicó a Delaura que no se fuera, pero él
lo tomó a la ligera y se despidió; entonces ella saltó de la cama decidida a
marcharse con él para refugiarse con él en San Basilio de Palenque, un pueblo de
esclavos fugitivos a doce leguas, donde sería recibida, sin duda, como una
reina. A Cayetano le pareció una idea providencial pero confiaba más bien en
formalismos legales. De modo que cuando Sierva María lo puso en la encrucijada
de quedarse o llevársela, Delaura trató de zafarse de ella y escapó.
La reacción de
Sierva María fue feroz, se encerró con tranca y amenazó con prenderle fuego a la
celda e incinerarse en ella si no la dejaban irse. Le prendió fuego al colchón
pero Martina intervino con sus modos sedantes e impidió la tragedia.
La
ansiedad de Sierva María apresuró la de Cayetano por encontrar un recurso
inmediato distinto a la fuga así que intentó ver en dos ocasiones al marqués,
pero sin éxito.
Entre tanto, el marqués, en su soledad, había llamado
nuevamente a Dulce Olivia, quien apareció después de un tiempo y lo culpó de la
pérdida de Sierva María, asegurando que el hijo del obispo, refiriéndose a
Cayetano, tenía emputecida y empreñada a su hija, según las versiones de
Sagunta. Era el final de siempre, el marqués sintió que le faltaba aire y ambos
volvieron a pelear. La versión de Dulce Olivia, confirmada y pervertida por
Sagunta era que en efecto, Sierva María estaba secuestrada en el convento para
saciar los apetitos satánicos de Cayetano Delaura y que había concebido un hijo
de dos cabezas.
El
marqués no se repuso jamás y derrotado por la añoranza fue a buscar a Bernarda
al Trapiche. Ambos se manifestaron el odio que creían haber sentido el uno por
el otro y Bernarda le confesó que su padre la envió para engañarlo y violarlo
con el objeto de quedar embarazada, y luego asesinarlo.
Permanecieron en silencio viendo el atardecer y el
marqués supo que no tenía nada qué agradecerle; se levantó sin prisas y se fue
por donde había venido sin despedirse.
Lo
único que se encontró de él, dos veranos más tarde, en una vereda sin rumbo,
fueron sus restos carcomidos por los gallinazos.
Un
día Martina Laborde había escapado del convento. La única noticia que se tuvo de
ella fue un papel escrito para Sierva María que decía que rezaría tres veces al
día para que fueran felices.
La
abadesa aseguraban que eran cómplices y Sierva María afirmó que eran seis y
había escapado por la terraza con sus alas de murciélagos.
Las
monjas registraron el convento y descubrieron la entrada de albañil por la cual
Cayetano entraba y la sellaron de inmediato por sus dos extremos. Sierva María
fue mudada a la fuerza a una celda con candado en el pabellón de las enterradas
vivas.
Esa
noche, Cayetano se rompió los puños tratando de derribar la tapia del túnel.
Arrebatado por una fuerza demente corrió en busca del marqués, pero se encontró
con Dulce Olivia enfurecida que se negó a llevarlo con él y amenazó con echarle
los perros sino se marchaba.
El
martes, cuando Abrenuncio fue al hospital, le contó su frustración, los motivos
reales de su casstigo y hasta las noches de amor en la celda. Abrenuncio se
quedó perplejo y trató de disuadirlo, pero Cayetano no lo oyó y corrió al
convento en pleno día, por la puerta de servicio, convencido de ser invisible
por el poder de la oración. Subió al segundo piso, pasó frente a la nueva celda
de Sierva María sin saberlo, y trató de llegar a la celda de su amada, pero las
monjas lo descubrieron y Cayetano fue puesto a disposición del Santo Oficio, y
condenado en un juicio de plaza pública por sospecha de herejía, provocando
disturbios populares y controversias en el seno de la Iglesia. Cumplió la condena
como enfermero en el hospital del Amor de Dios, donde vivió muchos años en
connivencia con sus enfermos, comiendo y durmiendo con ellos por los suelos,
pero no consiguió su gran anhelo confesado de contraer la lepra.
Sierva María lo había esperado en vano. A los tres días
dejó de comer en una explosión de rebeldía que agravó los indicios de posesión.
El obispo resumió los exorcismos con una energía inconcebible en su estado y a
su edad. Sierva María lo enfrentó con una ferocidad satánica, hablando en
lenguas o con aullidos de pájaros infernales. El segundo día la tierra tembló y
ya no cabía duda de que Sierva María estuviera a merced de todos los demonios.
De regreso a la celda le aplicaron una lavativa de agua bendita para expulsar a
los demonios de sus entrañas.
El
acoso prosiguió por tres días más. Aunque llevaba una semana sin comer, Sierva
María lograba defenderse con fuerza y golpes.
Sierva María no entendió nunca qué fue de Cayetano
Delaura , porqué no volvió y el 29 de mayo, sin alientos para más, volvió a
soñar con la ventana de campo nevado, donde Cayetano no estaba ni volvería a
estar nunca. Tenía en el regazo un racimo de uvas doradas que volvían a retoñar
tan pronto como se las comía, pero esta vez las arrancaba de dos en dos para
ganarle al racimo hasta la última uva. La guardiana que entró para prepararla
para la sexta sesión de exorcismos la encontró muerta de amor en la cama con los
ojos radiantes y la piel de recién nacida. El cabello le brotaba y se le veía
crecer.
PERSONAJES
SIERVA MARÍA: Personaje principal. Crece con las
tradiciones de los esclavos yoruba a pesar de ser la hija de un marqués. Se
comportaba como los esclavos, solía mentir siempre, pasar desapercibida y
conocía sus lenguas y tradiciones. Su personalidad es enérgica, atormentada y
oscura, pero debajo de esa apariencia de fuerza y demoníaca, existía una niña
asustada que deseaba ser feliz y libre.
CAYETANO DELAURA: Personaje principal. Sacerdote
culto y apasionado por la lectura. Tiene una extraña conexión con Sierva María
desde antes de conocerla y pese a su hábito, termina por enamorarse de ella. No
obstante, nunca deja de creer en la institución de la Iglesia y en los formalismos, lo cual
lo llevan a su ruina y a la de su amada.
MARQUÉS: Personaje secundario. Padre de Sierva
María. Hombre bueno de carácter débil, temeroso y apático.
BERNARDA: Personaje
secundario. Madre de Sierva María, pero siempre la odió y le temió por su
presencia fantasmal. Llevaba vida de crápula. Nunca amó al marqués y se casó con
él por interés. Astuta para los negocios de esclavos pero entregada
a los vicios.
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