INFORME DE LECTURA
(GRADOS 8 A y B)
Hernando Domínguez Camargo (1606 -
1659)
San Ignacio de Loyola
Poema Heróico
Libro Primero-Canto Primero (fragmento)
BANQUETE LII
Damascada pensión de los telares,
flamenca Aracnes descogió,
arrogante, entre hilados jazmines y azahares,
no menos blanco lienzo que fragrante.
Muró de crespas garzas, no vulgares,
sus orillas la mesa, en que arrogante,
crestado un lienzo sobre el otro,
hacía entallada de nieve cetrería.
LIII
Sol un salero, confusión de estrellas,
desmembrado en sus piezas,
derramaba; y, rayo de oro la menor,
centellas en las nubes de lino fulminaba.
De opimos frutos y de flores bellas,
Amaltea sus cuernos trastornaba sobre los cedros,
que cansados gimen de las grandezas
con que los oprimen.
LIV
Rojo penda terliz, ya que no bello,
sobre el pico, ni adunco ni torcido,
o fuelle de zafir sople en su cuello
a su canto, ni arrullo ni gemido,
el ave que, en el hombro o el cabello,
ya del Inca es diadema, ya vestido;
que hospedando en sus arcas al oriente,
voló a la mesa desde el occidente.
LV
Mentida Isis en la piel, pudiera
acicalar en Argos el desvelo
de la que el tauro codició ternera,
por darle ilustre sucesión al cielo;
lasciva Parca de las flores era la que
(la luna el cuerno, el sol el pelo)
víctima cayó idónea, y dio la vida
por que pródiga fuese la comida.
LVI
Cuantas copias el gallo perezosas
(ceñido de rubí crespo turbante)
si bellas no, crestadas celó esposas,
gran turco de las aves arrogante,
tantas con quejas lamentó amorosas
( torcido el cuello, aun de la más amante)
cuando el estrago, que él lúgubre llora,
el fuego enrubia y el rescoldo dora.
LVII
Alma de las arterias de la sierra,
en blandas pieles Dédalo mentido,
aquel que en laberintos mil se encierra
en un taladro y otro que ha torcido
conejo, aun desde el centro de la tierra
espíritus le late al prevenido
can, que lo fía en el convite ileso,
en fe que es suyo el uno y otro hueso.
LVIII
Al que la leche le ministra pasto
(desvigorada la nerviosa pluma),
eunuco muere de las aves casto,
pájaro sea plebeyo, alado Numa;
el que el piélago al aire náda vasto,
en los platos es ya tan rara suma,
que al paladar su copia nunca vista
nuevas Indias de gula le conquista.
LIX
Aquel a cuya huella aun no vacila,
el jazmín que del aura ha vacilado,
y al ardiente clavel le despabila
las cenizas del alba no violado,
su muerte en el del can dentado Scila
el ciervo halló infeliz: pues, destrozado,
de aquello que le rompe el arrecife,
un plato y otro fue dorado esquife.
LX
Alada de dos remos, la barquilla,
halcón a quien dio el remo leve pluma,
de la alcándora absuelta de la orilla,
rompe en región azul nubes de espuma;
no las caladas de su aguda quilla
(garzón del mar) el sábalo presuma
falsear velos o desmentirlas mudo,
que es su garra el arpón que sintió agudo.
LXI
Del coso sale, que muró una roca,
a la plaza del piélago espumoso,
toro el atún marino, que convoca
al uno y otro remo perezoso:
cálase al mar el fresno que lo toca,
de un joven impelido así nervioso,
que, borrándole al mar limpios cristales,
es ya, varado, escollo de corales.
LXII
Cimiento el plomo, si la corcha almena,
nudoso muro al mar, la red se tiende;
provincias mil de escollos encadena
y ciudadanos mil del agua prende:
ni al de lúbrica piel vale la arena,
ni el de escamas armado se defiende;
que es la mesa teatro, en tanta suma,
del secreto ignorado aun de la espuma.
LXIII
El que el arroyo cristalino muerde
bruñido junco, ya oficioso cubre
panal de leche, en su colmena verde,
de la oveja labrado en ubre y ubre,
con quien, helada, por morena pierde
la que ordeñó a las nubes nieve octubre:
canas ésta peinó siempre vulgares,
porque es la leche Adán de los manjares.
LXIV
Peinóse hebras de nieve la pechuga
sobre la leche, que templó süave
electro, que la abeja que madruga
a libarlo a la flor, cuajarlo sabe;
o se densa en las llamas, o se enjuga
éste, que, medio leche, medio ave,
centauro es de la gula, en el convite,
del griego el metamórfosis repite.
LXV
El cadáver augusto de la fruta
que en bálsamo de almíbar se preserva
en las mesas, al huésped se tributa
en la embebida en ámbares conserva.
Por imán de las tazas se diputa,
cuanto salada más, menos acerba,
en sazón a la sed siempre oportuna,
retaguardia a las mesas, la aceituna.
LXVI
Pelicano de frutas, la granada,
herida en sus purpúreos corazones,
su leche les propina colorada,
en muchos que el rubí rompió pezones.
Baco, que la admiró desabrochada,
apiñados le ofrece los botones
en el racimo que cató respeto
al vino de quien es diez veces nieto.
LXVII
Hijas del soplo, nietas de la hierba,
las tazas débilmente cristalinas,
y las que el chino fabricó y conserva
en las que pudre al sol conchas marinas,
con las que antigua sucesión reserva,
partos de Ofir en sus primeras minas,
dora el antiguo Baco, aún más precioso
que el cristal puro y oro luminoso.
San Ignacio de Loyola
Poema Heróico
Libro Primero-Canto Primero (fragmento)
BANQUETE LII
Damascada pensión de los telares,
flamenca Aracnes descogió,
arrogante, entre hilados jazmines y azahares,
no menos blanco lienzo que fragrante.
Muró de crespas garzas, no vulgares,
sus orillas la mesa, en que arrogante,
crestado un lienzo sobre el otro,
hacía entallada de nieve cetrería.
LIII
Sol un salero, confusión de estrellas,
desmembrado en sus piezas,
derramaba; y, rayo de oro la menor,
centellas en las nubes de lino fulminaba.
De opimos frutos y de flores bellas,
Amaltea sus cuernos trastornaba sobre los cedros,
que cansados gimen de las grandezas
con que los oprimen.
LIV
Rojo penda terliz, ya que no bello,
sobre el pico, ni adunco ni torcido,
o fuelle de zafir sople en su cuello
a su canto, ni arrullo ni gemido,
el ave que, en el hombro o el cabello,
ya del Inca es diadema, ya vestido;
que hospedando en sus arcas al oriente,
voló a la mesa desde el occidente.
LV
Mentida Isis en la piel, pudiera
acicalar en Argos el desvelo
de la que el tauro codició ternera,
por darle ilustre sucesión al cielo;
lasciva Parca de las flores era la que
(la luna el cuerno, el sol el pelo)
víctima cayó idónea, y dio la vida
por que pródiga fuese la comida.
LVI
Cuantas copias el gallo perezosas
(ceñido de rubí crespo turbante)
si bellas no, crestadas celó esposas,
gran turco de las aves arrogante,
tantas con quejas lamentó amorosas
( torcido el cuello, aun de la más amante)
cuando el estrago, que él lúgubre llora,
el fuego enrubia y el rescoldo dora.
LVII
Alma de las arterias de la sierra,
en blandas pieles Dédalo mentido,
aquel que en laberintos mil se encierra
en un taladro y otro que ha torcido
conejo, aun desde el centro de la tierra
espíritus le late al prevenido
can, que lo fía en el convite ileso,
en fe que es suyo el uno y otro hueso.
LVIII
Al que la leche le ministra pasto
(desvigorada la nerviosa pluma),
eunuco muere de las aves casto,
pájaro sea plebeyo, alado Numa;
el que el piélago al aire náda vasto,
en los platos es ya tan rara suma,
que al paladar su copia nunca vista
nuevas Indias de gula le conquista.
LIX
Aquel a cuya huella aun no vacila,
el jazmín que del aura ha vacilado,
y al ardiente clavel le despabila
las cenizas del alba no violado,
su muerte en el del can dentado Scila
el ciervo halló infeliz: pues, destrozado,
de aquello que le rompe el arrecife,
un plato y otro fue dorado esquife.
LX
Alada de dos remos, la barquilla,
halcón a quien dio el remo leve pluma,
de la alcándora absuelta de la orilla,
rompe en región azul nubes de espuma;
no las caladas de su aguda quilla
(garzón del mar) el sábalo presuma
falsear velos o desmentirlas mudo,
que es su garra el arpón que sintió agudo.
LXI
Del coso sale, que muró una roca,
a la plaza del piélago espumoso,
toro el atún marino, que convoca
al uno y otro remo perezoso:
cálase al mar el fresno que lo toca,
de un joven impelido así nervioso,
que, borrándole al mar limpios cristales,
es ya, varado, escollo de corales.
LXII
Cimiento el plomo, si la corcha almena,
nudoso muro al mar, la red se tiende;
provincias mil de escollos encadena
y ciudadanos mil del agua prende:
ni al de lúbrica piel vale la arena,
ni el de escamas armado se defiende;
que es la mesa teatro, en tanta suma,
del secreto ignorado aun de la espuma.
LXIII
El que el arroyo cristalino muerde
bruñido junco, ya oficioso cubre
panal de leche, en su colmena verde,
de la oveja labrado en ubre y ubre,
con quien, helada, por morena pierde
la que ordeñó a las nubes nieve octubre:
canas ésta peinó siempre vulgares,
porque es la leche Adán de los manjares.
LXIV
Peinóse hebras de nieve la pechuga
sobre la leche, que templó süave
electro, que la abeja que madruga
a libarlo a la flor, cuajarlo sabe;
o se densa en las llamas, o se enjuga
éste, que, medio leche, medio ave,
centauro es de la gula, en el convite,
del griego el metamórfosis repite.
LXV
El cadáver augusto de la fruta
que en bálsamo de almíbar se preserva
en las mesas, al huésped se tributa
en la embebida en ámbares conserva.
Por imán de las tazas se diputa,
cuanto salada más, menos acerba,
en sazón a la sed siempre oportuna,
retaguardia a las mesas, la aceituna.
LXVI
Pelicano de frutas, la granada,
herida en sus purpúreos corazones,
su leche les propina colorada,
en muchos que el rubí rompió pezones.
Baco, que la admiró desabrochada,
apiñados le ofrece los botones
en el racimo que cató respeto
al vino de quien es diez veces nieto.
LXVII
Hijas del soplo, nietas de la hierba,
las tazas débilmente cristalinas,
y las que el chino fabricó y conserva
en las que pudre al sol conchas marinas,
con las que antigua sucesión reserva,
partos de Ofir en sus primeras minas,
dora el antiguo Baco, aún más precioso
que el cristal puro y oro luminoso.
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